miércoles, 30 de septiembre de 2015

Creo que aún espera el final de su propia historia.


Ella me dijo que fuiste el amor de su vida, que te eligió, que te vio brillar, un aura te circundaba el cuerpo. Siempre supo que serías tú, y qué harías en su mundo precario envuelto de rojos y dorados. Ella siempre se pudrió a la misma rapidez que se incendiaba, un fuego único incinerándose de dentro hacia todos lado, pero siempre brillaba, quemándose, ardiéndose.
Me habló de tus raras cualidades y por qué en la realidad dejó de amarte, pero algo hiciste que siempre te guardó y te defendió de sí misma, te protegía sin darse cuenta, un poco para cuidarme de paso a mí de nosotras mismas ¿qué hiciste para que se fuera? ¿qué hiciste para que te dejara?
Le gustaba pensarse fuerte y le gustaba ser mujer, aunque hubiera preferido ser hombre. En el fondo siempre lo fue, me celaba como un padre y me cuidaba como tal, que la intemperie no me tocara nada, que ni tú ni el mundo me alcanzara.Fuimos una sombra invisible de todas mis animaciones japonesas.
Tenía. Tengo, un vacío, un espacio implantado a contraviolencia de mi simple entendimiento, y quisiera no haberme sentido infinitamente sola, los recuerdos no serían en sepia, los colores no se resquebrajarían, la angustia no sería la protagonista de todo esto. Yo me sentía sola y buscaba una excusa para llenar ese trozo.
Abrí la puerta de tu pieza, no habían cortinas, no habían manchas, sólo estabas. Te vi de lejos, confiada y  entregada.
Y todo se volvía tenue, brillante, calipso y resplandeciente. Cómo describir toda la pena y el alivio de verte allí como antes y llena de cambios, no pude decirte nada, estabas linda con tu cabello más castaño, largo, y sonreías tranquila. Estabas ahí para mí, para decirme que todo estaría mejor, de alguna forma tú y todos estaríamos mejor después del fracaso intento de sobrevivir.
Me decías que te abrazara, o yo corrí esperanzada por sentir tu olor, encontrar tus brazos delgados y tus hombros duros, la piel que me acunó hace años. Encontrarte de nuevo en todas tus formas y asirte a mí propio destino, hilarte a los pasos que doy en el día, volver a llamarte y pedirte menudencias. Una revista, o unos lápices, y escuchar los cuentos que inventabas para entretenerme, todas las cosas que nos conformaron y amarraron, incluso escuchar esa historia que no te gustó contarme.

Yo aún no tengo palabras para explicarte que sé cómo justo en ese momento te cruzaste conmigo. A través de otro lugar por mi desesperación de nunca más verte, no creas que soñaste con tu hija, no pienses que  estática soñabas que vivías, más bien yo me voy muriendo todos los días para quedarme contigo.


Editorial Moda y Pueblo
Colección de poesía 2014
Siútico/Plaquette

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