miércoles, 3 de julio de 2013

Quejido



A mi mamá

 

 

Entónate suave a la partida.

Con 15 años menos seríamos lo mismo.

No vimos cómo se iba.

Sólo se escurría. Saber la causa.

No adheriste sus recuerdos.

Deberían haberte querido, o mentirte, al menos.

Yo aún vislumbro sus manos, su pelo, el contorno de sus hombros y alguno de sus defectos.

La recuerdo en medio de todas mis caídas, en los tragaluces que forman las paredes.

Si no hubiese ocurrido tan pronto.

Si siguieran acá en alguna parte mutando en nuestras vidas.

Pero algo más cercano nos unía.

El dolor de la distancia.

Yo le hablo mientras me voy durmiendo.

Quizá algún día me escuche y me cante bajito, para sentir que sigue viva.

Ahora entiendo porqué lloras. No entenderías porqué la quiero.

Si juntas tus rodillas a mi cuerpo anómalo sabrás que me doblo.

Yo pensé en percibirlo, ahora existe, se acuesta, se queda conmigo.

No comprendes qué es anudarse a su cuello. Enlazarte a su vida.

Que te amen tanto, y se borre el mundo. Ahogarte.

Tu no pudiste a los lamentos. A mí me rajaron.

Y yo sé que me encuentra, justo cuando más me duele.

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