Bajando las medias
blancas, yo rompo tu polera, porque me gusta lo que veo. Tus heridas, tus
plagas, toda la inconsciencia de quererme así.
Ante todo, estúpida, terca, porque te gusta
observarme en todos mis colores, con todos mis deseos olvidados.
Yo sé que me
entiendes.
Escucha mis susurros
más pequeños. Cuando me escondo, incluso cuando desaparezco.
Incluso cuando me
vuelvo más mordaz y compulsiva.
Te gimo al oído porque
te gusta escuchar, y observas el fin de mi falda, el pliegue de mi media.
Conoces todas mis
perversiones. Los jadeos que de noche reclinan en tu cuarto.
Montarme en tu cintura
angosta, escuálida y mezquina.
Para que sigas escuchándome,
lamiendo los rincones de este cuerpo.
Me conoces, sin
quererlo.
Me conoces desde mucho
antes. Y yo te entorpezco el sueño para que gimas entre mis muslos. Y te des
vuelta, cierres los ojos. Y también jadees.
Apagues la lamparita
del velador y le reces a tu padre que no nos deja dormir juntas.
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